Tahiel Cabral, el joven talento de River que se consagró campeón en la primera edición de la Messi Cup, dejó una imagen que nadie puede olvidar. Al término de la final donde el Millonario venció 2 a 0 al Atlético de Madrid, mientras los festejos inundaban el campo, el pibe de 15 años rompió en llanto. Con la emoción a flor de piel, dedicó su triunfo a aquellos que no pudieron estar ahí: "Ellos no pudieron venir, les mando un saludo a mi mamá, a mi papá y a todo mi pueblo de Herrera que me está viendo", dijo, y su sentimiento hizo temblar a todos los presentes.
La familia Cabral vive en Herrera, un pueblo de 3 mil habitantes en Santiago del Estero, donde cada rincón conoce la historia de este chico queSoñó grande desde los tres años con una pelota entre los pies. Sus palabras en la cancha no fueron solo un agradecimiento, sino un grito desde el corazón que reveló los sacrificios detrás de su ascenso.
El primer grito de un campeón
En el instante post victoria, mientras los compañeros celebraban, Tahiel se permitió ser vulnerable. Su llanto no fue de decepción, sino de nostalgia. "No pudieron viajar para estar acá", repitió, mientras las lágrimas dibujaban el esfuerzo de una familia que siempre lo apoyó desde la distancia. Los presentes, jugadores, técnicos y hasta rivales, guardaron un silencio respetuoso. Ese momento mostró que el fútbol, más allá de los títulos, es también historia de familias que luchan por ver a sus hijos brillar.
El niño de Herrera grows up jugando en el Club Comercio, frente a su casa, donde todo comenzó. Su padre, Claudio Cabral, recuerda ese primer partido donde el pequeño Tahiel iba “para el arco contrario” en lugar de ataque, provocando risas del profe. Pero rápido dejó clara su determinación: desde el jardín hasta la primaria, el fútbol fue su vida.
De Herrera a la cancha de los héroes
Claudio Cabral, de 38 años y albañil, cuenta que todo empezó cuando Tahiel tenía tres años: “Desde los tres años que dormía con la pelota”. El Club Comercio deHerrera fue su primera cancha, y allí destacó desde pequeño. A los ocho años, su talento llamó la atención de captadores del Aeroclub de Añatuya, paso previo a la gran oportunidad con River.
La prueba definitiva llegó en Fernández, a 200 km de la Capital de Santiago del Estero. Un día de calor extremo, después de un viaje de cuatro horas desde Herrera, Tahiel esperó horas en una plaza con su padre. Cuando llegó su momento, en quince minutos anotó seis goles. El profesor lo detuvo: “Bueno, Tahiel, no tenemos nada más para ver. El mes que viene te vas a Buenos Aires”. Esa fue la clave para ingresar al selectivo del interior de River.
La prueba del calor y los seis goles legendarios
Aquella prueba en Fernández fue un capítulo épico. Claudio recuerda cada detalle: “Era un día de muchísimo calor… nos quedamos todo el día en una plaza… Tahiel dormía sobre mis piernas”. En ese momento crítico, el niño susurró: “Papá, lo único que quiero es jugar en River, no me importa dónde duerma”. Esa determinación lo llevó a enfrentar viajes interminables, noches en terminales de micros y el desafío de mantenerse firme ante la presión.
A los ocho años y medio, Tahiel obtuvo su pasaje a Buenos Aires. La pandemia casi truncó todo, pero su rendimiento en el selectivo del interior fue imbatible. De cinco chicos evaluados, solo él fue convocado. La firma en River ocurrió en una oficina donde D’Onofrio y Francescoli lo observaban, un momento que Claudio nunca olvidará: “Firmé sin pensarlo, no iba a perderle la oportunidad a mi hijo”.
Sacrificios que nadie puede imaginar
La travesía de Tahiel y su familia fue una montaña rusa de emociones y dificultades económicas. Claudio admite: “Hicimos beneficios, colectas, rifas… vendimos empanadas, pan casero, tortillas… el pueblo entero nos ayudó”. Cada viaje a torneos en Córdoba, Santa Fe, Salta implicaba gastos insostenibles para su presupuesto. Incluso durante la pandemia, cuando todo pareció perderse, River no desistió.
La ausencia de sus padres en la final de la Messi Cup fue una decisión obligada: “Problemas económicos, obvio”, explica Claudio. La ayuda del representante Gustavo Goñi fue vital, pero la familia nunca quiso depender de nadie. Soledad, empleada doméstica, y Claudio, albañil, siguieron cada partido desde Herrera, reunidos con vecinos. En la finalize, el teléfono sonó: era Tahiel haciendo una videollamada desde la cancha.
Un llamado que unió a un pueblo
El momento en que Tahiel llamó a su familia desde la cancha es historia viva en Herrera. “Era una locura, muy lindo, una emoción tremenda”, dice Claudio. En la otra línea, el chico, recién campeón, tenía una petición inesperada: pedir perdón por no haber hecho más goles. “Él siempre piensa en los demás”, señala su padre, enternecido. Esa humildad define al pibe que creció en un pueblo pequeño pero con un corazón enorme.
Ahora, Tahiel vive en la pensión de River y asiste al colegio del club, prioridad clave para su desarrollo. Su sueño es claro: “Ojalá se le dé que pueda llegar a River, pero si no llega que lo haga en algún otro club”, dice Claudio. Con Bruno Cabral como referente, Tahiel sigue luchando, consciente de que el camino al primer equipo será duro, pero su historia ya es un ejemplo de perseverancia.

















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